El Día Internacional de la Mujer, conmemorado cada 8 de marzo, tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX y principios del XX. En ese momento, el mundo industrializado experimentaba una gran expansión y turbulencias, y las mujeres comenzaron a alzar cada vez más su voz.
La vida de las mujeres en Occidente era una continua historia de limitaciones: no tenían derecho al voto, no podían manejar sus propias cuentas, carecían de formación y su esperanza de vida era mucho menor que la de los hombres debido a las malas condiciones sanitarias y humanas. Sin embargo, a finales del siglo XIX, las mujeres iniciaron un largo proceso de organización y lucha por sus derechos.
En 1848, las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott congregaron a cientos de personas en la primera convención nacional por los derechos de las mujeres en Estados Unidos. En esta convención, mantuvieron que “todos los hombres y las mujeres son creados iguales” y exigieron derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para el colectivo. Aunque recibieron burlas, sembraron una semilla que crecería en los años siguientes.
El 8 de marzo de 1908, un suceso trascendental marcó la historia del trabajo y la lucha sindical: 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton Textile Factory en Nueva York. Estas mujeres se encontraban en huelga, exigiendo una reducción de la jornada laboral a 10 horas, salarios igualitarios a los hombres y mejores condiciones de trabajo. Los propietarios de la fábrica cerraron las puertas para que las mujeres abandonaran su lucha, pero un incendio fortuito atrapó a las trabajadoras y no pudieron escapar. Este trágico evento se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos de las mujeres.
En 1910, durante la 2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, se proclamó oficialmente el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Más tarde el Día Internacional de la Mujer se formalizó en 1975 por Naciones Unidas, reconociendo a las mujeres como artífices de la historia y destacando su lucha plurisecular por la igualdad con los hombres.
Desde entonces, esta fecha se ha convertido en una jornada de conmemoración y lucha, enfocada en la igualdad de género, la erradicación de la violencia y la defensa de los derechos de las mujeres.
El mundo occidental, en su afán por reconocer y honrar a las mujeres, comenzó a festejar el Día Internacional de la Mujer y a transformarlo en un momento de celebración. Se alzaron voces para aplaudir los logros, la valentía y la resiliencia de las mujeres en todas las esferas de la vida. Sin embargo, la sociedad actual ha adquirido una comprensión más profunda: aún falta mucho por hacer.
Millones de mujeres en todo el mundo siguen enfrentando desafíos y discriminación simplemente por ser mujeres. La brecha salarial persiste, la violencia de género no cesa y las oportunidades no son igualitarias. Las mujeres luchan por su autonomía, su voz y su seguridad.
El Día Internacional de la Mujer, lejos de ser una festividad, se ha convertido en un recordatorio urgente de que debemos seguir trabajando incansablemente para construir un mundo donde todas las mujeres sean tratadas con dignidad, respeto y equidad.
Cada 8 de marzo tenemos la oportunidad para reflexionar sobre los avances logrados y los desafíos pendientes. Es en este sentido que este año la ONU nos invita a movilizarnos en el día de la mujer bajo el lema “Financiar los derechos de las mujeres: acelerar la igualdad”. Es un recordatorio poderoso de la importancia de invertir en los derechos y la autonomía de las mujeres para lograr una sociedad más justa y equitativa. A través de la financiación adecuada, podemos impulsar cambios significativos y acelerar el progreso hacia la igualdad de género en todo el mundo. ¡Sigamos trabajando juntos por un futuro más igualitario y justo para todas!”